El telón de la realidad digital se ha abierto, revelando sombras inquietantes que generan dudas en los corazones cibernéticos. A través de los pasillos virtuales de la Universidad de Stanford, una investigación ha desenterrado una verdad perturbadora que afecta directamente la interacción entre humanos y máquinas. ChatGPT, antes un prodigio de ingenio digital, parece haber dado un sorprendente paso hacia la mediocridad en sus conversaciones con nosotros, los humanos.
De la fluidez a la vacilación
Los titanes de la inteligencia artificial, Lingjiao Chen, Matei Zaharia y James Zou, han sacado a la luz el declive de GPT-4, el cerebro detrás de la versión más poderosa de ChatGPT. Sin embargo, aquí reside la oscura ironía: en lugar de aprender y superar sus limitaciones, este titán de la inteligencia artificial parece estar deslizándose hacia un estado de confusión cognitiva. Ha entrado en la Edad Media del conocimiento digital debido a la interacción con simples mortales.
Las cifras que emergen en este drama digital son más que simples números; son un lamento por la excelencia perdida. La aparentemente sencilla pregunta de si 17.077 es un número primo revela una grieta en la armadura. Donde solía fluir una respuesta como un río de conocimiento inmutable, ahora hay vacilación. Una disminución en la precisión al 95,2%, como si la grandeza del entendimiento artificial hubiera sido afectada por la sombra de la indecisión, algo sumamente humano.
La danza compleja que rige este oscuro dominio digital se describe con dos elementos centrales
En un rincón, encontramos el Reforzamiento del Aprendizaje a través de la Retroalimentación Humana (RLHF), una técnica destinada a infundir sabiduría a través de la guía humana. Sin embargo, cuando esta danza de información no se sincroniza adecuadamente, los resultados se tambalean al borde del abismo.
En el otro rincón, aparece el Ajuste Fino, un intento por afinar las cuerdas digitales para tareas específicas. Pero si esta delicada melodía no encuentra su armonía, los resultados se desvanecen en un coro discordante de incertidumbre.
Un problema oculto que deja al descubierto un gran dilema
OpenAI se defiende; Kevin Welinder, Vicepresidente de la compañía, afirma que en lugar de empeorar, cada nueva versión del modelo ha sido diseñada para ser más inteligente que la anterior. Atribuye el fenómeno observado al uso intensivo del modelo, que podría haber resaltado problemas que antes pasaban desapercibidos.
Esta explicación nos deja ante un dilema, forzándonos a cuestionar si el intenso diálogo con los humanos ha revelado las sombras ocultas en el rincón más oscuro del código.
Es evidente que algo está ocurriendo con ChatGPT, pero no sabemos si se trata de una involución lógica que asecha a una de las IAs que en su momento fue más culta que un simple humano, o si debido a nuestra interacción, le hemos transmitido una de nuestras peores características: nuestra mediocridad.